Dicen, con admiración, que supera la prueba del espejo. Tan inteligente como un simio, como un elefante como un delfín, como una orca. Tan compasiva, dicen los chinos, que construyeron un puente celestial apiadándose de la crueldad de los dioses con una pareja de enamorados.
Estos días, en los jardines de la Universidad Autónoma de Madrid, puede verse una criatura extraordinaria: una urraca blanca, Pica pica, o como diría un ornitólogo, aquejada de leucismo. Esta fotografía tan hermosa es obra de Samuel de la Torre, de ANAPRI, que estudia en la facultad de biología y ha tenido la amabilidad de cedérmela para escribir esta entrada.
La urraca, explicaba el sabio Ángelo de Gubernatis, esconde el sol en la estación de las lluvias y las heladas; anuncia el lobo, aseguraban los alemanes. Gazza, la llaman los italianos porque al igual que a los griegos les divierte un ave tan charlatana. ¡Hasta compite con los ruiseñores!, se asombraba Teócrito.
Posada en el umbral, aventura un cuento ruso, anuncia que llegarán huéspedes que alegrarán la casa. Trae la hierba balsámica, roba ambrosía para las fiestas de los hombres.
Para salvarle la vida, explica la leyenda del monte Chiaksan, una noche dos urracas tocaron las campanas para despertar a un joven rodeado por una serpiente.
Quizá su plumaje blanco y negro, tan oscuro y a la vez tan claro, aventuraba Gubernatis, sea la fuente de tantas leyendas contradictorias.
Urracas de buen o mal augurio, pájaros que llevan la alegría, aves parlanchinas, seres agradecidos, criaturas compasivas.
Sigue leyendo
Una vida que procura felicidad. Ruiseñor
Un ave del Viejo Mundo - Tarabilla