martes, 29 de agosto de 2023

De clima tan dulce - Calpe y el Peñón de Ifach (Alicante, España)


 Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Antonio Machado
Maribel Orgaz - @curionatural
Una tierra que se moría de sed, de "cumbres altísimas que limitaban el horizonte de una manera que oprimía el corazón" con una mole pisando el mar a la que subían con sogas para dar aviso de los ataques corsarios. Fenicios, romanos, árabes, señores de la guerra que tras sus victorias obligaban a sus vasallos a habitarla de nuevo, de aguas salobres, de pinos que "crecían casi horizontales debido a los vientos del Este", apuntaba el presbítero Vicente Llopis; cuyas fortificaciones, castillos y murallas apenas servían para trazar una frontera del miedo en aquel lugar de masacres. La población cristiana secuestrada y esclavizada al completo en 1637. Y por toda ayuda, una atalaya natural, la Roca del Norte, como llamaron los antiguos al  peñón de Ifach para distinguirla de la Roca del Sur, Gibraltar; desde la que avistar navegantes y amenazas. Un risco al que trepaban para asegurarse protección, el mismo peñasco de cal tras el que ahora descansa, luminosa y olvidada, Calpe de "clima tan dulce todo el año que aconsejamos ropa ligera", Georges Kaghy, periodista de viajes. Ifach, un benigno centinela tras el que prospera "una población de calles con lirios, rosas e hibiscos que crecen en la puerta de cada casa", Diana Lambert, escritora. En cuya pared más soleada abunda el romero, Parque Natural desde 1987, en el que florecen la clavellina de monte y la silene; mirador de la Sierra Helada, de las salinas y sus flamencos, del canto centelleante del mar. 

Tomé esta fotografía el pasado miércoles, 23 de agosto, al mediodía, desde la playa Puerto Blanco, Calpe (Alicante, España).


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viernes, 25 de agosto de 2023

Diario de nubes de J. W. Goethe, en edición de Nórdica

 


Nubes y nubes 
flotan dormidas 
como algas del aire.
Octavio Paz


Maribel Orgaz - @curionatural
Érase una vez un cielo lleno de dioses y titanes: Zeus y Júpiter, Amón, Baal, Thor, Coyopa, Ukko que desataban su indignaciones y enfados, sus venganzas y maldiciones en forma de tormentas y rayos y nubes agoreras. Tantos seres fabulosos que ocupaban la mente de los hombres hasta impedirles ver como después harían con sus sabidurías Aristóteles y Ptolomeo, y más tarde los santos y santas y sus oraciones, rogativas y plegarias en las que vivían y existían; la  elegancia y belleza de las nubes. Deidades y temores, sabios y textos sagrados que les impedían apreciar aquellas espumas en los cielos como fenómenos naturales hasta que Jean-Baptiste-Pierre-Antoine de Monet, caballero de Lamarck y después Luke Howard pudieron observarlas con una mirada nueva que les permitió catalogarlas y clasificarlas. Cirros, cúmulos, estratos. En 1820, en Alemania, Johann Wolfgang Goethe que había leído fascinado a Howard decidió llevar con rigor un diario de nubes además de hacerse cargo del servicio de nubes en el ducado de su protector. "En el cielo azulado toda clase de cirros, borreguitos, franjas enrejadas, todo en movimiento y transformación", anotaba Goethe el 18 de mayo de 1816. "Nubes en árbol delante del sol", apuntaba unos días después. De sus cientos de anotaciones, la editorial Nórdica ha hecho una selección, ha encargado a Fernando Vicente ilustrarla y a Isabel Hernández el epílogo y la traducción de los textos de Goethe. La edición muy bella se ha titulado El juego de las nubes: "nubes de lluvia, rara vez truenos, pasan los Montes Metálicos". 



Tomé esta fotografía el pasado 18 de agosto, al mediodía, en la Villa Romana de La Olmeda (Segovia, España). 


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Cabalgando sobre el jardín del mundo - Francisco Vázquez de Coronado

El mundo apacible al pie de Guadarrama - Eduardo Rodera



domingo, 13 de agosto de 2023

Fiel a la alegría - Avión común, Delichon urbicum - Colmenar Viejo, Madrid (España)




Una bandada de golondrinas en el aire
y al galope, caballos blancos salvajes.
Es tan hermosa la mañana.
Yaşar Kemal

Maribel Orgaz - @curionatural
Este pollito de avión común, Delichon urbicum, crece, junto a su hermano, en un nido sobre mi ventana y está a punto de emigrar al Sahel. En mi fachada hay otros dos nidos pero están ya vacíos. El canto de las tórtolas, los vibrantes herrerillos, los gritos de los vencejos, las palomas y las lavanderas le despiertan cada amanecer y en la próxima primavera, fiel a esta alegría, volverá, si todo le va bien, a intentar criar a su vez en este mismo nido. Tan pequeño y tan afortunado porque a veces las urracas picotean los huevos blanco níveo o matan a los recién nacidos. Asomado a la gran aventura que le espera, atravesar el Estrecho y migrar miles de kilómetros, come estos días un poco más para asegurar sus 25 gramos de hueso y pluma. Mientras el otoño de puro bronce se va anunciando: las flores del árbol de Júpiter que desfallecen, las noches goteantes de perseidas, las bellotas que caen del gran roble del jardín; este pajarito espera a que todos los signos de la estación sean propicios para cumplir, al fin, su destino.


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Un ave del Viejo Mundo - Tarabilla

A Suecia sin Blablacar - Mosquitero musical 




martes, 8 de agosto de 2023

Con la atención del corazón - Dalias en el Real Jardín Botánico (Madrid, España)

 


Ser vida
y ser antídoto suave.
Antonio Mira de Amescua 


Maribel Orgaz - @curionatural
Conocían las fiebres tercianas, la melancolía fría, las opilaciones, las miserias, las pestilencias del ayre y los remedios para evitar la malicia de la enfermedad: las sangrías, los ungüentos de corteza de árbol o emplastos de cera de abeja, las piedras de estancar la sangre. Y nada que pudiera saberse en rigor, quién sanaría y quién moriría, los motivos de la fortaleza de algunos. Francisco Hernández de Toledo, médico de la corte, parte en 1570 desde Sevilla a Nueva España para anotar las virtudes conocidas por otros hombres de las hierbas, los minerales y los animales para enfriar las calenturas, juntar los huesos quebrados, reparar, en fin, la salud. De las dalias cultivadas por los aztecas anotó que podían comerse y combatían la tos. Elegida flor nacional de México, es celebrada el 4 de agosto y prospera estos días en el Real Jardín Botánico de Madrid. Tan querida como las rosas o los tulipanes, recibe a los visitantes ajena a toda antigua agitación, a toda aquella angustia y dolor. En tonos de fuego, lila o lavanda, borgoña o blancas, las altas y dulces dalias sólo reclaman ahora la atención del corazón.


Tomé esta fotografía el pasado 6 de agosto, al comienzo de la tarde, en el Real Jardín Botánico de Madrid (España).    


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Este divino descontento bajo el cielo de verano - Árbol de Júpiter, Lagerstroemia indica, Madrid

Capaces de romper el viento - Naranjo de Luisiana, Parque de Andalucía. Alcobendas (Madrid)




viernes, 4 de agosto de 2023

Cabalgando sobre el jardín del mundo - Francisco Vázquez de Coronado

 


He perdido dos ciudades, las dos preciosas. 
Y, más vastos, poseí algunos reinos, dos ríos, un continente.
Elizabeth Bishop

Maribel Orgaz - @curionatural
Tan altas que los hombres a caballo se perdían entre ellas. Tan profundas en la tierra que rompían los arados. Praderas como nunca antes se habían visto en Europa. En 1541, el año en el que se extingue la dinastía Plantagenet, el mismo en el que Miguel Ángel termina el Juicio Final de la Capilla Sixtina, Francisco Vázquez de Coronado parte de México en busca de Siete Ciudades de fábula, libres de las plagas de la espada, el hambre y la peste, llenas de maravillas. Cabalgando sobre el jardín del mundo en un océano de plantas tan espigadas y densas que los jinetes habían de ponerse de pie en los estribos para saber por dónde iban. Exhausto en Texas, malherido en Kansas, arruinada su reputación, retorna ante su virrey sin saber que había pisoteado una eterna riqueza. Gramíneas altas que protegen del sol la tierra y prosperan en la penumbra, hierbas bajas que crecen sobre todo subterráneas, y aún medianas que no dudan ante el frío y la sequía. Stipa, Hordeum jubatum, Andropogon gerardi... un mar infinito de herbazales, una promesa de abundancia perfumada por la lluvia y el viento. Vázquez de Coronado como tantos otros condenados, tantos otros solitarios y ásperos que atraviesan sin ver la plenitud de los días en pos de inciertos sueños de codicia. 


Ahora, en agosto, en el piedemonte de la Sierra de Guadarrama lucen doradas las gramíneas como el  berceo (Stipa gigantea) y el Hopillo (Agrostis stolonifera). 
Tomé esta fotografía junto al Arroyo de la Fuente del Moro, M-104 (Madrid, España)   


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