Ruiseñor común, Luscinia megarhynchos
Quizá sean los rusos de la ciudad de Kursk quienes más admiran a este pájaro esquivo que gusta de ocultarse en el matorral. Le han construido un monumento y en los tiempos antiguos eran capaces de entregar dos vacas o dos caballos por un ejemplar. Irán o Bangladesh también aman a este ave de aspecto insignificante cuyo canto resplandece desde la espesura sobre el de todos los demás. Cómo es posible una vida oculta que procure tanta felicidad. Los amantes le escuchan en la noche y es el símbolo de que aún no ha amanecido, de que aún no se han de separar.
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