"Le gusta el mundo real, a pesar de sus terrores, como fuente de toda maravilla, fascinación y valor", explicaba el también fotógrafo James Maher de Lee Friedlander, el artista al que Fundación Mapfre ha dedicado una muestra de más de dos centenares de obras.
Activo durante décadas, Friedlander ha fotografiado las calles americanas, sus pueblos, ciudades, los conciertos de jazz y todo cuanto se apiña en las grandes urbes e incluso lo que ya, incapaz de caber en ellas, se despeña hacia suburbios inmensos. Andando o desde el coche.
En los años 70 viajó a Japón, 京都市, y coincidió con la floración de los cerezos, tomó algunas fotografías y volvió cuatro veces más para reflejar sus flores en delicados matices de gris. Los críticos afirman que el libro que se autoeditó, como por otra parte hizo con casi toda su obra, Flores y árboles en 1981, era un tema que en aquellos años parecía pasado de moda.
En la exposición que permanecerá abierta hasta el próximo enero, su fotografía de paisaje tiene algo común a la de paisajes urbanos. Todo se superpone, es desmesurado en lo pequeño e insignificante en la grandeza. Sobre el agua nada un pez y sobre ellos se tiende la rama de un cerezo, por encima el cielo y más allá flotan las nubes.
"A medida que me acerco, el lugar se vuelve salvaje. Todo lo que se ve se mueve, se agita (...) formando todo ello un laberinto de orden nuevo y más loco a cada paso, bañado en una luz que desafía toda descripción", explicó en un texto sobre las dificultades de fotografiar el desierto y que sirve para describir la impresión que causa la naturaleza de Friedlander. Una vida tumultuosa, desbordante, en la que entre lo anodino surge como un destello un atisbo de belleza.
En 2016, Friedlander publicó un amplio repertorio fotográfico sobre los paisajes del Oeste americano: "la imagen desafía nuestro ojo con un delirio de intrincadas formas". En todas ellas, se observan nítidas las hierbas del primer plano y también los árboles del fondo, las ramas enmarañadas y las montañas lejanas.
"En un instante o en una pequeña porción de tiempo, todo lo que la cámara puede abarcar, capturar e iluminar se representan con asombroso detalle: todas las hojas de un árbol, así como el árbol en sí y todo su entorno", James Maher.