Cómo puede sentir un cetáceo a través del sonido, "la luz solar después de 30 ó 40 metros llega muy difícil pero a 200 no consigue penetrar más, un cachalote vive a 3.000", explicaban nuestros guías durante el recorrido de la exposición Ecos del Océano de Fundación Telefónica. Esta visita la he realizado con APIA, la asociación de periodistas ambientales a la que pertenezco.
Qué ocurre en esa oscuridad, cómo viven estas especies en el sonido. La respuesta es viendo ecos. En la profundidad del océano el sonido hace el mundo.
Las leyendas mitológicas, las historias de los pueblos antiguos tenían en su imaginario el sonido de la vida marina "pero para la ciencia hasta hace pocas décadas, el océano era biológicamente mudo, un mundo en silencio".
Éste es el motivo de la exposición, inmersos en el sonido, paseando entre doce pantallas gigantescas, se invita a "dejar crecer una sensación de existencia compartida", imaginar cómo siente un cachalote o una rorcual o una ballena jorobada en las profundidades del océano.
Las grabaciones, realizadas durante más de setenta años por el Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas de la Universidad Politècnica de Cataluña, LAB, el mayor archivo del mundo de sonidos de la naturaleza –de los océanos y los bosques primarios- se emiten en 36 canales de audio que junto a las doce pantallas gigantescas y la oscuridad sumergen al visitante en una escucha profunda.
"Desde los años cincuenta hay una revolución de la biología del sonido marino, se desarrollaron hidrófonos más sofisticados y gracias a las computadoras se pudieron almacenar muchos datos".
La base de datos LAB ha servido al colectivo Marshmallow Laser Feast que tomando estos sonidos e interviniendo imágenes con IA han diseñado audiovisuales hipnóticos repartidos en cuatro bloques.
Entre 600 y 1.200 metros por debajo de la superficie del mar, hay una franja de agua en la que el sonido se comporta de manera distinta. El llamado canal SOFAR, en el que el sonido viaja cinco veces más rápido que en el aire, "una ballena en Sudáfrica puede escuchar los cantos de otra en la costa de Irlanda".
Las ballenas tienen senderos por los que ir de un lugar a otro. Tienen un idioma común y cada grupo desarrolla su propio dialecto y sus acentos. Inventan canciones nuevas que se ponen de moda entre ellas, "sus cantos se asemejan en algunos momentos a las improvisaciones de jazz o arias operísticas, convierten al océano en una fuente de texturas sonoras inéditas".
"LAB fue pionero en detectar el ruido antropogénico en los océanos". Transportes de mercancías, maniobras militares, el zumbido de las hélices, el paso de los cargueros, todo tiene un impacto en el fondo marino. "Las enormes cantidades de ruido que estamos arrojando al océano desorientan a los cetáceos, alteran sus patrones de comportamiento e incluso pueden ser la causa de varamientos masivos", y continúa: "es urgente definir un pacto de convivencia acústica con las sociedades cetáceas".
En Fundación Telefónica y hasta el 7 de septiembre, se expone Ecos del Océano, una propuesta artística y científica, creada por el colectivo de artistas digitales Marshmallow Laser Feast en diálogo con el Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas de la Univeritat Politècnica de Cataluña. La muestra, comisariada por José Luis de Vicente, se centra en una pieza principal: Viendo ecos en la mente de la ballena, una gran instalación audiovisual envolvente que invita al visitante a reflexionar sobre la sostenibilidad de los ecosistemas marinos.
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