Volaron las aves
a las doradas casas.
Esengali Raushanov
Maribel Orgaz - @curionatural
Mi jardín se despierta a las 6 con el escándalo de los mirlos que hasta las 7, ya amanecido, sólo es para ellos. Después, entusiasmados, los carboneros, un orgulloso canario balconero y el zureo de las palomas, las urracas siempre graznando. Cómo sabrá un pajarito qué canto ha de aprender cuando es polluelo. Los aviones hasta casi las 8 no recomponen su nido en las ventanas de mi cocina y a veces, vuela un pájaro solitario en reconocimiento, si los pinos serán seguros o mejor, el tilo de la piscina. El jueves pasado, una abubilla, ayer dos cotorras argentinas. Un búho real se baña en el arenero infantil y los cernícalos sobrevuelan los cielos. A la tarde, al fin libres de escuela, todos los niños con la pelota y sus voces, el cubo y la pala, y una bici, y muchas carreras y tantas risas. Entonces, como escribía Mattison, la vida está atareadísima en ser lo que es: una tentativa de paraíso.
Mi jardín se despierta a las 6 con el escándalo de los mirlos que hasta las 7, ya amanecido, sólo es para ellos. Después, entusiasmados, los carboneros, un orgulloso canario balconero y el zureo de las palomas, las urracas siempre graznando. Cómo sabrá un pajarito qué canto ha de aprender cuando es polluelo. Los aviones hasta casi las 8 no recomponen su nido en las ventanas de mi cocina y a veces, vuela un pájaro solitario en reconocimiento, si los pinos serán seguros o mejor, el tilo de la piscina. El jueves pasado, una abubilla, ayer dos cotorras argentinas. Un búho real se baña en el arenero infantil y los cernícalos sobrevuelan los cielos. A la tarde, al fin libres de escuela, todos los niños con la pelota y sus voces, el cubo y la pala, y una bici, y muchas carreras y tantas risas. Entonces, como escribía Mattison, la vida está atareadísima en ser lo que es: una tentativa de paraíso.
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