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Paloma bravía (ANAPRI) |
A veces el mundo
es tan grande que las palabras
se pierden.
Entonces voy al lago
y contemplo los patos.
Michael Krüger
Maribel Orgaz - @curionatural
Para saber si las aguas se habían retirado, explicaba el Tratado sobre las palomas publicado en 1828, el patriarca Noé hizo salir la paloma del Arca y el cónsul francés en Alejandría enviaba despacho diario con ellas hasta Alepo en apenas cinco horas, cuando ambas ciudades se distancian tres largas jornadas. "Símbolos del candor", continúa este librito de consejos para su crianza, "dan lecciones de cariño y lealtad" y quizá de aquí nació la costumbre de "pintar dos pichones en las cabeceras de los lechos nupciales". El escritor, un colombófilo desconocido, aconseja evitar las de pluma blanca porque están "en mayor riesgo de las aves de rapiña". Trigo, mijo y cañamones son el mejor alimento pero "se ha de cuidar de darles de cuando en cuando algunos cominos" porque eso las asegurará para siempre en nuestro palomar. Un momento delicado es cómo saber cuándo los pichones pueden salir a los campos en sus primeros vuelos sin recogerse en palomares ajenos, "elija un día oscuro y lluvioso y a las tres de la tarde porque el temor que tendrán de mojarse hará que no se alejen en tiempo nublado". Nuestras avecillas merecen algunas golosinas como el mijo y el maíz cocidos con miel y un palomar perfumado ya que tienen "el olfato tan fino". Los buenos olores, detalla amoroso el autor, podrían componerse del cálido incienso, el vainillado benjuí y el dulce estoraque, de "yerbas olorosas, como espliego, tomillo y romero y otras que es ocioso referir aquí".
Para saber si las aguas se habían retirado, explicaba el Tratado sobre las palomas publicado en 1828, el patriarca Noé hizo salir la paloma del Arca y el cónsul francés en Alejandría enviaba despacho diario con ellas hasta Alepo en apenas cinco horas, cuando ambas ciudades se distancian tres largas jornadas. "Símbolos del candor", continúa este librito de consejos para su crianza, "dan lecciones de cariño y lealtad" y quizá de aquí nació la costumbre de "pintar dos pichones en las cabeceras de los lechos nupciales". El escritor, un colombófilo desconocido, aconseja evitar las de pluma blanca porque están "en mayor riesgo de las aves de rapiña". Trigo, mijo y cañamones son el mejor alimento pero "se ha de cuidar de darles de cuando en cuando algunos cominos" porque eso las asegurará para siempre en nuestro palomar. Un momento delicado es cómo saber cuándo los pichones pueden salir a los campos en sus primeros vuelos sin recogerse en palomares ajenos, "elija un día oscuro y lluvioso y a las tres de la tarde porque el temor que tendrán de mojarse hará que no se alejen en tiempo nublado". Nuestras avecillas merecen algunas golosinas como el mijo y el maíz cocidos con miel y un palomar perfumado ya que tienen "el olfato tan fino". Los buenos olores, detalla amoroso el autor, podrían componerse del cálido incienso, el vainillado benjuí y el dulce estoraque, de "yerbas olorosas, como espliego, tomillo y romero y otras que es ocioso referir aquí".
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