Eran tiempos revueltos. La India chocaba con Asia y en Sudamérica aparecían las praderas. Habían pasado diecisiete millones de años y el Mioceno en todo su esplendor. Cuando aún le quedaban seis, los mares estaban repletos de ballenas y focas; la espesura de rinocerontes y caballos. Y al sol, disfrutando del oro de los días, ya estaba allí, el lagarto ocelado. A su lado, aún monos felices andábamos dando brincos sin hipotecas ni comida basura. Mientras, esta criatura hermosa y antigua se cuidaba, si era joven, de cruzarse con los gatos aunque de adulto, con ese aspecto imponente y su más de medio metro de largo, no eran capaces ni en el Mioceno ni ahora de maullarle.
La salvaje belleza alada - Maribel Orgaz
Momentos en la Naturaleza - Edita, ANAPRI-Leerenmadrid
Flores marinas - Pablo Neruda - Púrpura, un color como la llama ardiente y el mismo sol
De caballos y diluvios - Babosa negra
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