domingo, 22 de diciembre de 2024

El bosque rubio de Talamanca de Jarama, Madrid

 


Cesó de hablar el bosque rubio 
en su lenguaje alegre de abedul. 
Las grullas que van pasando 
por nadie sienten pesar. 
Sergéi Yesenin


Maribel Orgaz - @curionatural
Cada otoño visito la Chopera de Talamanca de Jarama (Madrid) circunvalada por el río que al perder caudal dejó al puente romano sin agua bajo sus arcos. Los chopos de hasta treinta metros de altura amarillean a principios de noviembre y en unas semanas comenzarán a perder la hoja. Entonces, serán visibles los nidos de pájaro, como el de la fotografía, que abandonados resistirán hasta la llegada del invierno. Es difícil saber si pertenecieron al reyezuelo o al carbonero o al diminuto mosquitero. Los pájaros construyen cada año su nido con perfección y en ellos criarán sus pollitos hasta que sean capaces de volar.

Una vez que el nido haya cumplido su función, lo abandonarán y será destruido por la lluvia y el frío. Si una catástrofe sucede con las crías sin emplumar, sus padres tejerán uno nuevo en otro lugar más seguro. En la alameda también hay una presa y un azud, ambos sin uso, al igual que el puente, pero estas ruinas de piedra, cemento y ladrillo aún tardarán décadas en desaparecer. 

Suspendido en el frescor de la mañana, el diminuto refugio pajarero se caldeaba al sol en las ramas de un aliso. Gilles Clement, jardinero y paisajista, afirmaba que la "naturaleza no concluye nada. Soporta los huracanes, interpreta las cenizas de un fuego, inventa un proceso de vida sobre las bases, siempre nuevas de una conmoción". 


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