lunes, 11 de julio de 2022

Reina del florecer - Cigüeña blanca, Ciconia ciconia

 

Foto: Ángel M. Hernando (ANAPRI)

                                                                                                                                                       Dame la noche que no intercede, 
la noche migratoria con cifras de cigüeña, 
con la grulla celeste.
Blanca Andreu


Creían, en tiempos de Aristóteles y muchos siglos después, que la desaparición de las aves antes del invierno se debía a que volaban hasta la luna o que se convertían en ramas despojándose de las plumas o se sumergían en lo profundo de los lagos para convertirse en ranas o que modificaban su aspecto: los vivarachos petirrojos se habían metamorfoseado en elegantes colirrojos

A mediados de julio, antes de las golondrinas y los cernícalos, los pollos de cigüeña emprenden viaje al profundo sur: atravesarán el Sáhara hasta llegar al Sahel, quizá hasta Zambia y Suráfrica e incluso hasta el río Nilo. En Alcalá de Henares, en Soto del Real y en los campanarios de tantas de nuestras iglesias pueden verse estos días cómo los nidos se van quedando vacíos. 

En 1822, explican los ornitólogos, observadores atentos de Klütz se preguntaron por aquellas que aparecían en la primavera con una flecha atravesada y concluyeron que en algún lugar, las intentaban dar caza, que en algún lugar, alguien comía cigüeñas. En aquel tiempo, los europeos no sabían de migraciones pero sabían de las tribus africanas y sus armas. 

África era, para Europa, un continente de hombres sometidos, de oportunidades de negocio. Portugueses, británicos, holandeses, españoles, alemanes la recorrían de un lado a otro sin prestar atención a que las grullas eran la misma grulla, las golondrinas, la misma golondrina y el cernícalo el mismo ave que cada primavera aparecían de nuevo milagrosamente en sus campos y en sus ciudades. En 1822 los alemanes de Klütz propusieron algo disparatado: las cigüeñas necesitaban el estío y se iban en nuestros inviernos a tierras africanas en busca de él. 

De un ave herida, dedujeron que estos pájaros volaban miles de kilómetros atravesando el desierto y volvían de nuevo al mismo campanario, al mismo árbol, a la misma granja. Al lugar en el que se las consideraba sagradas, que traían buena suerte y niños llenos de risas. 

Las cigüeñas volvían al continente en donde no se las cazaba porque anunciaban la primavera como un heraldo blanco del florecer.



Cien momentos en la Naturaleza - Edita, ANAPRI-Leerenmadrid



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