Esta fotografía de una carpa fue tomada en Madrid Río. |
Dame
Érase una vez un campesino cuya mujer estaba muy enferma y pensó en enseñarle a su señor, los secretos de los peces que habitaban en una cueva, en lo profundo del bosque, allí donde el torrente había cavado una gruta. El viejo aldeano, llamado Mozsi, pidió al amo que curase a su esposa a cambio de llevarle a pescar el noble pez misterioso que tenía ojos de luna y temía a los truenos. Una noche se pusieron en marcha, caminando entre abedules, mientras Mozsi hablaba sobre animales que escuchaban boquiabiertos la música de las selvas, de viejos peces cuyos huesos se tornaban verdes al morir. Una vez en la cueva, de agua transparente y embrujadora, prendieron una antorcha a cuya luz acudieron barbos y tencas y saltaron curiosos los peces plateados mientras que otros inmóviles yacían en el fondo como piedras preciosas. Sus burbujas fugaces, mudas carcajadas, eran como sartas de perlas. El campesino entregó al amo un anzuelo afilado que éste lanzó impaciente como una flor voladora. El agua se tiñó de sangre. Al sacar el pescado, el campesino se estremeció porque habían cogido el pez equivocado, al pez guardián. Mozsi lo devolvió rápidamente al agua. Todo esto te lo entrego, le dijo a su amo, a cambio de que sanes a mi pobre mujer, ¿pero qué podía hacer un señor que nada sabía de curaciones? Al regresar al pueblo, las campanas estaban tocando a duelo.
El pasado viernes, en la casita de libros de intercambio del CAT de Soto del Real (Madrid, España), encontré un volumen de cuentos sobre bosques y nieve, al que pertenece este extracto, de un tal Jozsef Nyiro. Al buscar información sobre este escritor, leí estupefacta que había fallecido en Madrid y que el traslado de los restos a su país natal, Hungría, circunstancia de la que ningún medio informó en España, provocó un enfrentamiento diplomático entre los gobiernos rumano e húngaro. Rumanía impidió que se le rindiera homenaje por su pasado ya que fue acusado de crímenes de guerra. Filonazi, fascista y antisemita, durante un tiempo sacerdote, creía que se había de vivir en estrecha armonía con la naturaleza, que era la verdadera fuente de la felicidad humana.
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Como espectro de ave - Águila ratonera- Buteo buteo
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