En la calle Ulises continúa un poco más el barrio en el que se tiene a derecho a un trozo de tierra, a plantar tus propios árboles. Una risueña higuera, un ciruelo que florece entusiasmado anunciando la primavera y una gran palmera adornan la calle en los jardincillos de los chalets de adosados.
Un poco más arriba comienza el barrio de Canillas y los grandes bloques de pisos están rodeados aún por pequeñas zonas verdes comunes. Los árboles tienen buen porte y algunos setos están más cuidados que otros.
La sorpresa es que en la calle Andorra y flanqueada por un alegre castaño que en el mes de junio refresca el ánimo con sus hojas verde claro, florece una gran malva real (Alcea rosea). Entre una maraña de vegetación, al pie de una terraza con la pared llena de pintadas, crece esta flor en un señorial tono púrpura que llama la atención a cualquier paseante.
Desde finales de mayo esta elegante procedente de China se llena de flores "solitarias y largamente pedunculadas", en palabras de los botánicos, que ahora en junio, rebrota también en un delicado rosa pálido.
Quizá esta planta es las única superviviente de todo un arriate que en otro tiempo cultivaba un jardinero o las trajo la suerte volandera en el cuerpo de un pájaro o llegaron aquí en una afortunada racha de viento.
Nadie la molesta, se la deja que llame con su alegría a la vida que pasa.
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