domingo, 21 de agosto de 2022

El orgullo y la plenitud de la vida - La luz que nos ciega, Antonio Guerra - Real Jardín Botánico, Madrid - Fundación ENAIRE y PHotoEspaña

 

Lo que puede acercarse a la belleza,
al veloz arabesco de un caballo.
Pablo Neruda 


Equus de estepa, de los bosques y de las altiplanicies, escribía Caroline Silver sobre el origen del caballo, hasta que el hombre decidió criarlos para obtener "fuerza, dulzura de temperamento y belleza" y así consiguió caballos de guerra y de tiro, para cazar y saltar, ponis, rocines, cartujanos, frisones, asturcones y los más singulares de todos, los caballos árabes.

"De patas delicadas y resistentes", un animal lleno de "gracia, orgullo y plenitud de vida".

En qué momento, se preguntaba el fotógrafo Antonio Guerra, premio Fundación Enaire, que expone su proyecto La luz que nos ciega hasta el 28 de agosto en el Real Jardín Botánico, se abandona el mito para explicar la naturaleza y abrazar sólo el argumento de la ciencia.

El caballo árabe que según la leyenda dios hizo de un puñado de viento es "el más bonito e individual del mundo, traído a Europa durante las Cruzadas", escribía con admiración Caroline Silver, periodista, amazona y autora de éxito de guías equinas. Y ante tanta belleza aquellos hombres pensaron de inmediato en usarla para sus guerras "pero debido a las pesadas armaduras que requerían monturas de gran talla y consistencia" no fue hasta "el Renacimiento y las campañas napoleónicas" cuando los combatientes con armas ligeras pudieron llevar estas bestias fabulosas a las carnicerías de sus peleas. 

"En el durísimo invierno de 1812, el ayudante de campo de Napoleón, en una carta a sus superiores decía: el caballo árabe soporta mejor las privaciones y penalidades que el europeo. Al finalizar la cruel campaña de Rusia, casi todos los caballos que el Emperador dejó fueron árabes. El general Hubert... sólo pudo devolver a Francia uno solo de sus cinco caballos y era árabe. El capitán Simmoneau sólo conservaba su árabe y lo mismo sucedía conmigo mismo", Silver.

Antonio Guerra fotografía un caballo postrado en "La luz que nos ciega, un trabajo sobre paisajes alucinados, animales heridos, de la finitud del hombre con lo que le rodea". De la naturaleza explicada no a través del mito o la ciencia, de la admiración o la belleza, narrada solo desde el desastre y la pérdida. 



Hasta el 28 de agosto en el Real Jardín Botánico de Madrid
Editado en fotolibro, ediciones Dalpine





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