martes, 20 de junio de 2023

Un destino de belleza y misterio - Orquídeas, Orchidaceae - Jorge Orlando Melo, Charles Darwin y Elizabeth von Armin - Orquidario de Estepona (Málaga)

 


"Adoro las orquídeas. 
Ya nacen arte".
 Clarice Lispector

Maribel Orgaz - @curionatural
"Una planta heroica", escribió admirado Charles Darwin, "que echa su alma en la flor". 

Si el siglo XVIII fue el de los tulipanes, explicaba en una conferencia el historiador colombiano Jorge Orlando Melo, "el siglo XIX fue el de las orquídeas. Nadie podía casarse en Europa sin llevar una". 

Decenas de exploradores y aventureros, de cazadores de orquídeas, pudieron llegar libremente a Hispanoamérica en el siglo XIX porque España ya no controlaba su acceso. Eran "viajes primitivos, horrores de destrucción", Orlando Melo.

Las vivientes piedras preciosas, en denominación del botánico vienés R.H. France , desataron en Europa una pasión más allá de la codicia por el oro, los diamantes o cualquier aprecio por la propia vida: "tres ejemplares de Odontoglossum crispum se vendieron 30 veces más caros que los diamantes de igual peso", detalla France. "Algunos de estos cazadores de orquídeas morían en peleas, por enfermedades contraídas durante las exploraciones, en accidentes y naufragios o perdían el juicio", Orlando Melo.

Las hijas del aire crecían sobre los árboles, en lo más alto de las ramas, "¿qué iban a hacer ellas abajo, en el suelo corrompido y oscuro de la selva", escribía emocionado France. 

Aquellas orquídeas colgaban áreas sin causar daño porque no eran parasitas, "fueron arrancadas por los cazadores tumbando los árboles sobre los que prosperaban". Cuadrillas de cuarenta o cincuenta peones talaban todo cuanto encontraban. Y así un totumo o un chimanango proporcionaba una media de cinco orquídeas. Un genocidio vegetal que incluyó no sólo deforestar zonas enteras también destruir las que no podían llevarse para que el competidor no las cogiera.

El destino de aquellos inmensos cargamentos de flores era ser embarcados hasta Inglaterra o Bélgica, en vapores que llevaban 30mil o 40mil ejemplares, que tardaban siete semanas en hacer la travesía. Los hombres aún no sabían cómo cultivarlas y se las hacían traer insaciablemente de América.

Esta sed de belleza puede leerse también como la crónica de una terrible e implacable vehemencia que no cejó hasta apoderarse del misterio de su florecer.

"Penetraremos de nuevo en el sestao en busca de esas curiosas flores que sólo se abren en los encendidos aires vibrantes, cuyas formas golpean mis sueños febriles y envenenan con sus efluvios el aire que respiro, esas terribles flores de una tierra podrida", escribió el aventurero Ernst Friedrich Löhndorff en Cazador de orquídeas. 

 "Al principio, las metían en viveros en nubes de vapor a 27º porque creían que eran tropicales y no sabían que habían sido recogidas a más de 2.000 metros de altura". La locura alcanzó grados inimaginables, "en 1870 en la Exposición de París se remataron dos millones de orquídeas". Orlando Melo. 

"No me gustan las orquídeas", escribía Elizabeth von Armin en 1898, "no hay duda de que a base de calor y constantes mimos se pueden lograr flores maravillosas" pero la escritora prefiere las que crecen agradecidas "en el saludable aire de Dios".

En 1850 empezaron a enfriar las orquídeas y lograron al fin, cultivar algunas variedades. 

El pasado mes de febrero, floreció en el Orquidario de Estepona (Málaga) la rarísima Fredclarkeara, After Dark. Millones de admiradores siguieron a través de las redes sociales la descripción apasionada del director de este bellísimo jardín, Manuel Lucas, acerca de una orquídea negra, "de un color imposible en la naturaleza".  


Tomé la fotografía de la orquídea, el pasado mes de abril en mi visita al Orquidario de Estepona (Málaga, España) 

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