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Bezoar. Revista Naturalmente. Museo de CC Naturales |
Al fin y al cabo, en los buenos tiempos antiguos, según Aristóteles y San Alberto Magno, la conjunción de Marte, Saturno y Júpiter provocaba las epidemias y siglos después creyeron en los hombres zodiaco que relacionaban el signo con las dolencias del cuerpo. Capricornio regía las rodillas y Leo el corazón.
Así que, el bezoar, una piedra natural formada en el estómago de un animal vivo era extraño, raro, un prodigio.
"Cuando el animal moría quedaban los huesos y el bezoar", explicaba con una sonrisa Maria Do Sameiro Barroso, médica y ensayista, en una clase a sus alumnos, "y todo lo que sobrevive a la vida tiene importancia para los pueblos primitivos que en su pensamiento mágico creían que teniendo esa piedra no iban a morir".
Traídas a Europa desde la India por los portugueses que vieron cómo los príncipes hindúes hacían purgaciones con bezoares, se convirtieron en un lujo de reyes.
Bezoares y unicornios eran los grandes de la medicina del siglo XVI: "aún había magia en la medicina", Sameiro Barroso.
Más caros que el oro, los cálculos se convirtieron en piedras antídoto, en piedras preciosas para la medicina antigua y se usaron en los partos difíciles, en las enfermedades infantiles, contra el insomnio, las dolencias graves, la peste, la epilepsia. Contra el envenenamiento:
"La vida de la familia real en la Edad Media era difícil, ya que constantemente se buscaba su muerte para ocupar su lugar. El arsénico se utilizaba como un método suave para atormentar a una persona. En pequeñas dosis, empeoraba gradualmente y en grandes dosis, provocaba una muerte dolorosa pero rápida. La realeza vivía en el temor de ser envenenada", Culturología, "se creía que bastaba con sumergir un bezoar en una bebida para neutralizar el arsénico. A veces intentaban raspar las piedras para que la sustancia actuara directamente en la comida. El cardenal Richelieu y la madre de Pedro I, Natalia Naryshkina, salvaron sus vidas con estas piedras y su uso se consolidó aún más".
Los bezoares "tienen calcio", explica la doctora Sameiro Barroso, "sirven para desactivar venenos pero hay que ver la cantidad. Entonces no tenían método científico, no había ensayos clínicos".
Cuanto más grandes y perfectos más costosos y los jesuitas, presentes en la India, en la región de Goa desde el siglo XVI, encontraron una solución: fabricarlos artificialmente. "No se sabe bien el motivo", reflexiona Sameiro, "por el que los jesuitas hicieron bezoares artificiales quizá porque los naturales era escasos y así todo el mundo podría tenerlos". Los llamaron goas asegurando que tenían las mismas propiedades contra los venenos y las enfermedades aunque seguían siendo un lujo, hechos de corales y gemas trituradas.
Tomar en el agua o en el vino un poco de bezoar raspado fue también un remedio contra la melancolía regida bajo el signo de Saturno, el planeta más lejano y oscuro de la bóveda celeste: "una enfermedad del cuerpo y la mente que los médicos y teólogos de la Edad Media vieron en el deseo amoroso que movía a las personas a anhelar el amado o la amada. Dicha pasión era para ellos una de las causas más obvias de la enfermedad melancólica".
Aún se utilizan bezoares en la medicina tradicional china para embellecer la piel en esta vida ajetreada, en forma de píldoras como las afamadas Niuhuang Angong que eliminan "el calor y las sustancias tóxicas", eficaces contra el susto y contra las fiebres que producen los patógenos que han llegado al pericardio, la delicada envoltura del corazón.
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